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INCONDICIONALMENTE

«Detente, hombre, detente, que donde hay temor de Dios, no hay condiciones». Así dijo a mi hermano aquel personaje revestido de autoridad, y quizás fue un ángel quien le habló.
«Detente, hombre, detente», te diga el Señor oportunamente cuando al pasar por el rigor de una prueba sientas nublada tu visión espiritual.
¿Necesita Dios de ti? ¿Pondrás precio a tu servicio y exigirás condiciones para continuar? ¡No! Si te gusta tu lugar, y Dios te colma de abundancia honra y poder, bendice a Dios como lo hizo David; pero si te angustia la pobreza o la enfermedad; si todos te desprecian o no te saben comprender, también, como Job, bendice a Jehováh.
¿No puede el Señor hacer con lo suyo como quiera? El no te tomó por engaño, sino que te dijo: «Niégate a ti mismo».
Detente, hermano querido: Bienaventurado eres cuando extiendes tus manos, y te ciñe otro, y te lleva a donde no quieres (Jn.21:18).

Smay. B. Luis, Camagüey, Cuba, 1969