Mansas son las palomas, no los gallos de pelea;
mansos son los corderos, no las bestias que acornean;
manso es quien aprende de Jesús, no el iracundo
que se muerde de rabia cuando el mundo
no le quiere, o no le sabe comprender.
Manso es quien de Cristo lleva el yugo
fácil y ligero. El nunca tuvo
ganas de pelear ni de ofender.
Ob. B. Luis, P. Baracoa, 1978
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