Podía el Señor haber hecho al género humano, así como al resto de los seres vivientes, de modo que cada cual fuese capaz de dar hijos por sí solo, sin la intervención de un segundo. Pero quiso Dios que la capacidad generadora fuese compartida, y por eso hizo los dos sexos. Luego dijo:
"Por tanto: dejará el hombre a su padre y a su madre, y se UNIRÁ a su mujer, y SERÁN UNA SOLA carne." Gén.2:24. R-V 1960.
Notemos algo: No quiso Dios que cada uno fuese uno; tampoco quiso que dos fuesen dos; el propósito divino es que dos sean uno. Esto se puede interpretar así: No, a la responsabilidad individual. No, a la responsabilidad dividida. Si, a la responsabilidad compartida.
Muy conocida es la anécdota del remero que, mientras cruzaban un lago, quiso dar una lección a dos religiosos que discutían entre sí, defendiendo uno la eficacia de la fe sola, y el otro la eficacia de las buenas obras. La conclusión es que remando de un solo lado, sólo se da vueltas, y que remando del otro lado se da vueltas también; si se quiere avanzar hacia adelante hay que remar parejo.
No nos ha provisto Dios de un plan de salvación enteramente al alcance de nuestras manos, es decir, que dependa enteramente de la responsabilidad del hombre; pero tampoco quiso el Señor excluir la responsabilidad del hombre en el plan de redención que proporciona el Cordero de Dios. No podemos alcanzar la vida eterna como premio por alguna buena obra, sacrificio o esfuerzo de nuestras manos o de nuestro intelecto. La vida eterna es una dádiva, regalo o don de Dios, pero Dios no puede, o mejor dicho, no quiere depositar esa dádiva en manos caídas. La salvación es por fe, no por obras, pero la fe sin obras es una fe muerta.
"Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: No por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviéremos en ellas." Efe.2:8-10.
"Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe." Sant.2:14, 20 y 24.
Giezi fue comisionado para hacer un milagro, pero tal vez se alegró de poder hacerlo él solo, como de por él mismo, y no lo pudo hacer (2Rey.4:29, 31). Tampoco los discípulos de Cristo pudieron sanar a un muchacho lunático, y Cristo les dijo: “Mas este linaje no sale sino por oración y ayuno” (Mat.17:21; Mar.9:29).
Si Nehemías y sus hombres se hubiesen provisto sólo de palas y demás instrumentos de albañilería, en cualquier momento sus armados enemigos hubiesen podido derribar el resultado de varios meses de trabajo duro. Si por el contrario, y por temor a las amenazas, Nehemías y sus hombres se hubiesen provisto solamente de espadas, la reedificación de los muros habría quedado paralizada. En semejante caso era necesario hacer lo que hicieron: Orar, vigilar y trabajar, con la pala en una mano y con la espada en la otra (Neh.4:9 y 17).
Alguien ha dicho que trabajar sin orar es orgullo, y que orar sin trabajar es hipocresía. Si pretendiéramos hacer nosotros la parte que a Dios toca, fracasaríamos; pero si pretendiéramos que Dios haga la parte nuestra, fracasaríamos también. ¿Qué de los que oran y oran por la Iglesia, y no hacen más? ¿Qué de los que trabajan con todas sus fuerzas, y elaboran proyectos grandes en beneficio de la obra de Dios, y quieren hacer valer sus planes (a veces en forma enardecida), pero no oran suficientemente para contar con la voluntad de Dios y pedir su bendición sobre tales planes y sobre tales trabajos? Muchos proyectos pueden ser muy buenos cada uno de por sí, pero encontrados los unos con los otros; por eso es necesario contar con Dios como Coordinador.
La iglesia es mía; la iglesia es tuya; pero a la vez ni es tuya ni es mía, pues es la iglesia del Señor. Tú solo no puedes edificarla; yo solo no puedo defenderla; tú y yo unidos, sin el Señor, tampoco podremos. El Señor solo sí puede, pero el Señor no quiere hacerlo solo, y espera que juntemos tus manos y las mías, y las elevemos a Él, para Él obrar por medio nuestro.
¿No hemos podido alcanzar nuestros objetivos? ¿No hemos podido ver realizado el propósito de Dios en nuestras vidas? Quizás es porque nos hemos aislado un poco unos de otros. Quizás es porque estamos usando un solo remo. Es posible que si oramos no ayunemos, o si ayunamos no oremos como es debido. Tal vez tenemos ocupadas las dos manos sólo en la pala, o sólo en la espada. Por eso es necesario decir: ¡No, al exclusivismo! ¡No, al partidarismo! ¡Sí, al compañerismo! ¡Sí, a la unidad!
Unidad no es confusión, pues no es mezcolanza o interferencia; pero tampoco es unicidad. Unidad no es monopolio ni centralización del mando; unidad es interdependencia consiente y ordenada.
Qué bueno que leyéramos frecuentemente a Ecc.4:9-12, y meditáramos mucho en esas palabras, tratando de obrar de acuerdo a ellas, pues, aunque cada parte siga siendo una, “Cordón de tres dobleces no presto se rompe.”
Si, sin llegar al extremo de entremezclar o confundir los términos, lográramos armonizar:
Varón y Hembra,
Fe y Obras,
Oración y Ayuno,
Pala y Espada,
Tú y Yo,
Dios y Nosotros;
Entonces quedaría contestada la oración del Justo, allá en Getsemaní.
"Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa." Jn.17:23.
Ob. B. Luis, abril de 1989
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