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LA APARIENCIA

“Apartaos de toda apariencia del mal.”

Muchos escribas y fariseos del tiempo de Cristo fueron censurados por su hipocresía, pues se preocupaban por aparentar limpieza y santidad en sus hábitos externos, mientras tenían el corazón lleno de rapiña y de toda maldad, de modo que Jesús tuvo a bien compararlos con sepulcros blanqueados por fuera.
Muchos religiosos hay todavía al estilo de aquellos, que, “teniendo apariencia de piedad”, niegan la eficacia de ella, y debemos tener cuidado de no seguirlos, pues podríamos también perdernos en las huecas formas externas de la religión; pero a la vez debemos cuidarnos de no caer en el extremo opuesto, donde podríamos ser confundidos con los que se glorían en la desfachatez.
¿Qué es de un religioso que lo es sólo por fuera? ¿Qué es de un religioso que por fuera no parece serlo? Consideremos esto desde un punto de vista práctico, o aplicable a nuestro diario vivir.
Hay entre nosotros personas sencillas y honestas, que no tienen el corazón lleno de malicia ni de vanidad mundanal, pero que, tal vez por falta de originalidad o firmeza de carácter, son dadas a imitar con facilidad lo que ven en otros, corriendo así el riesgo de ser calificados como esos otros, que no siempre son tan sencillos ni tan limpios de corazón.
San Pablo dijo:

“Y a aquellos [miembros] del cuerpo que estimamos ser más viles, a éstos vestimos más honrosamente.” 1Cor.12:23.

Pero lamentablemente, la tendencia creciente de las modas es exactamente lo contrario. Los “grandes” modistos no promueven el nudismo total porque eso significaría el cese de sus negocios, pero al diseñar la ropa casi siempre procuran que ésta cubra lo menos posible, o que marque el cuerpo tanto como la tela pueda resistir, haciendo resaltar más, precisamente, las partes que la Biblia dice que se deben cubrir mejor.
Muchas modas, que en un principio fueron consideradas escandalosas, y usadas sólo por modelos y artistas de baja moralidad, poco a poco se fueron extendiendo a las distintas capas del pueblo, de modo que hasta las personas tenidas por más decentes han acabado por aceptar su uso como cosa normal.
Mis jóvenes hermanos, especialmente ustedes, hermanitas; es posible que algunos de ustedes se hayan sentido molestos cuando un hermano mayor trata de interferir con vuestros gustos por algún detalle atractivo de la moda, pero, ¿no os habéis detenido a pensar si quizás el hermano tenía razón? No es preciso vestir en forma anticuada o ridícula para vestir cristianamente. Dentro de una gran amplitud de formas, el verdadero cristiano debe escoger para su vestuario aquellas que estén a tono con el buen gusto, pero lejos del delirio de lo novedoso, lejos de todo lo que sea provocativo o sensual.
Hace poco escuché un comentario que me dejó preocupado. Un grupo de jóvenes de la iglesia andaba de viaje (algunos uniformados) y en la estación, mientras esperaban la salida, eran observados por otro grupo de viajeros, quienes en voz baja decían más o menos así:

¿Quiénes serán ellos? —Preguntó uno.
Por el hábito parecen ser religiosos. —Contestó otro.
—Pero las religiosas no marcarían el cuerpo en forma tan pronunciada. —Dijo un tercero.
—¡Oh, sí! —dijo el primero —se ajustan la ropa como si fueran @#&YD.
—¿Quiénes serán? —Continuaron preguntándose.

Es verdad que el hábito no hace al monje, pero también es verdad que el ave se conoce por la pluma. Se dice que un distinguido hombre de estado fue acusado de ser comunista, por lo cual tuvo que defenderse retando públicamente a su contrincante a presentar las pruebas de su acusación.
—Yo no puedo probarlo —dijo el otro —pero cuando veo un animal que tiene plumas como de pato, camina como los patos, nada como los patos y anda junto con los patos, no puedo menos que pensar que se trata también de un pato. De igual manera, si usted razona, habla y escribe como los comunistas, y anda junto con ellos, no puedo pensar que sea usted otra cosa.
Se dan cuenta, hermanitos, que la fea apariencia hace tanto daño como la fea realidad? Ustedes, los castos, los sencillos, los que temen a Dios, ¿por qué permiten que vuestra bondad se vista de ignominia imitando en las formas exteriores a aquellos que tal vez se destacan en otras muchas cosas, pero no en las virtudes que adornan a todo verdadero hijo de Dios?

¡Cuidad también vuestra apariencia!

Ob. B. Luis, Bayamón, May. 1983