Miami, 5 de junio, 2007
Obispo Buenaventura Luís
677 SW 2nd ST. #3
Miami, FL 33130
Querido hermano:
Saludos en nombre de Jesucristo, a quien rogamos pueda estar lleno de su paz y amor.
¡Ha vencido la fe! La fe no solamente vence cuando vemos el milagro realizado en nuestro cuerpo, en nuestro problema; la fe vence cuando en medio del dolor, del sufrimiento podemos con certeza decir como Job: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27). La victoria de Dios no es como nosotros la esperamos ni como la vemos, “porque nuestros caminos no son como sus caminos”. La fe ha vencido aun cuando la muerte física sea la victoria de esa fe.
Cuando los discípulos sintieron su esperanza muerta, pues el Maestro ya no estaba con ellos, Pedro tuvo la iniciativa de ir a pescar y los demás le siguieron; allí, en la mar, cuando nada habían pescado, les aparece el Divino Nazareno. Él, quien había sido crucificado y sepultado, estaba allí como uno de ellos. La fe venció lo que parecía ser una derrota según los ojos humanos, la fe venció la misma muerte. Aquel discípulo que por un tiempo vivió desalentado al sentir la ausencia del Señor, fue confirmado en aquel momento. ¡Qué pregunta tan directa al corazón le hizo Cristo! “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” La respuesta es bien conocida. Luego le dice: “…cuando eras más mozo, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras”. Y esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios.
Nos deja un testimonio de verdadera fe, fe en las buenas y en las malas. Fe de los valientes, fe de los hombres que sí saben esperar en Jehová. Con su fe nos demuestra que “Los que confían en Jehová son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre.” (Salmo 125:1). Así ha permanecido su fe, sin tambalear, sin moverse, y cual Job ha podido decirnos que su “Redentor vive.” La fe ha vencido en usted y su nombre es agregado a la lista de los héroes de la fe. Usted es parte de esa “gran nube de testigos”.
Tener un hombre como usted en el ceno de nuestra iglesia es un privilegio. Por años se hablará y conocerán los nuevos creyentes del Ob. Buenaventura Luís Pino; el obispo de la fe, el obispo de la esperanza, el obispo del temor santo, el obispo guardador de la doctrina de Jesucristo, el obispo que animaba al pueblo del Señor a ser verdaderos guardadores de los mandamientos de Dios. El hombre pequeño de estatura, pero grande en fe y en virtudes, porque hacía y enseñaba: “mas cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado GRANDE en el reino de los cielos” (Mt. 5:19).
Obispo Buenaventura Luís Pino, la iglesia agradece su esfuerzo, la iglesia agradece su sacrificio y amor. Su iglesia, aunque triste por el proceso que le está tocando vivir, glorifica a Dios por el mensaje tan grande que nos predica. Gracias, mil gracias por la entrega total que ha tenido por Cristo y por su iglesia, gracias por vivir una vida ejemplar, tanto en lo moral como en lo espiritual. Nos ha demostrado que sí se puede vivir una vida en “santidad y en justicia delante de él todos los días nuestros.”
Ventura, todas sus obras serán galardonadas en el cielo, de eso puede estar seguro. Su esposa, sus hijos, sus nietos y sus hermanos en la fe, podremos abrazarle de nuevo, cuando le veremos otra vez con un cuerpo incorruptible en el reino de los cielos. Buenaventura Luís Pino, grande entre los grandes. Verá el resultado de su fe cuando esté ante el cordero de Dios, contemplándole cara a cara.
Orando y trabajando por el triunfo de la iglesia, quedamos,
Junta Directiva:
Nota:
Esta carta fué leida en el hospital por la secretaria de la iglesia Evelin Paulino, puede escuchar esta carta, el testimonio de Evelin y el comentario de Buenaventura Luis
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